31 de enero de 2017, en el momento que desperté sentí que iba a ser un día pesado. Estuve en pie antes de que el despertador sonara, desayuno y la rutina de aseo de cada día, "¡Qué emoción!"
De camino a la universidad nada nuevo, nada diferente a lo que narraré, solo un día corriente en el transporte masivo de la ciudad de Cali. Un par de llamadas desalentadoras, enviar e-mails convincentes y persuasivos, y de vuelta a las rutinarias actividades académicas donde te moldean los ideales al antojo de unos cuantos. Hasta ahí nada fuera de lo común, era solo un día más en la vida de un insignificante hombre bajo el calor abrasador de la ciudad, ¡Ay Ciudad, Ciudad!
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Imagen de Free-Photos en Pixabay |
Me embarqué en un viaje lleno de maniobras, en distintos medios de transporte, para sortear los perpetuos embotellamientos, aunque en un par de ocasiones sin fortuna. Sin embargo, mientras me encontraba en estas interminables filas de autos me percaté como cada persona se encontraba allí, dentro de su burbuja de hojalata, resguardándose del contacto “bacteriano” con el medio y sus similares que en éste habitan. Cada uno de estos seres creyéndose superior al anterior. Las escasas interacciones que realizan estas personas se dan únicamente con los que considera “los suyos”, solo por el hecho de que tienen sus mismas aberraciones o disfrutan de las mismas adicciones.
La ciudad, el foco de destrucción de la madre naturaleza. La ciudad, el símil exacto de una bacteria que devora carne humana, pero en lugar de carne lo hace con los sueños. Es la mayor expresión del progreso industrial, pero la fotografía en blanco y negro de los ideales ancestrales machacados en el suelo con el mismo rigor que lo habrían hecho con un judío en tiempos de supremacía de la esvástica germana.
Toda su despreciable contaminación opaca toda señal de vida y naturaleza que entre tantos tumbos se ha podido erigir con la misma inocencia que los nativos americanos frente a las carabinas españolas en el siglo XV.
¡Vaya Ciudad! Todos te añoran, pero en tus entrañas todos te ignoran.
Dejando atrás el centro poblado y, después de una larga autopista, salta ante los ojos una de las maravillas –o abominaciones, todo depende de quién lo mire- del transporte contemporáneo: El gran aeropuerto.
Se levanta como un coloso y le propina una fuerte bofetada a cada una de esas obras apenas arquitectónicas en las que personas, con menos de un salario mínimo, educan a sus pequeños para que constituyan la futura fuerza de trabajo que conformará el alma de este país. Ambos son rostros característicos de la ciudad, separados por mucho más que esas llamadas “fronteras invisibles”. Aeropuerto, obra majestuosa y despampanante que los personajes en ella inmersa apenas contemplan; no por la grandeza y excelsitud, sino por los afanes y oprobios a los que esta sociedad les somete.
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Imagen de Jonathan Reichel en Pixabay |
¡Por fin mi momento! No han sido muchas mis experiencias en estas cosas, pero alguna he tenido. Sin embargo, nunca me he emocionado como un niño con juguete nuevo al “poner un pie en el aire”, ni siquiera me he asustado un tanto al momento del despegue o al pensar que lo peor podría pasar. Ya, a bordo, me percato de que “a duras penas” se dan interacciones, quizás se trate de las dinámicas citadinas presenciadas en los cielos. Cada uno piensa en sus asuntos, supongo que, planeando el aterrizaje o la cena, incluso la fiesta de esta noche ¿Quién sabe?
Después de lo que pareció un lapsus… ¡Bienvenidos a la capital! Ya saben lo que dicen de las personas de este lugar, sin embargo, no pienso que puedan ser algo más que descripciones apresuradas que se convierten en lugares comunes que todos repetimos de manera inconsciente. Aquí, en el aeropuerto capitalino, todo es muy frío, aunque irónicamente no hablo del clima. Es prácticamente una fotografía de Cali en cuanto a relaciones sociales se refiere. Más allá de eso, creo que se está tratando más de una tendencia de nuestras generaciones, estamos “muy ocupados” para ser cordiales.
A pesar de todo lo antes dicho y recopilado, considero que estos no son lugares representativos para describir una ciudad ya que estos lugares son simples espejismos para extranjeros, los cuales maquillan esas realidades diarias de nuestros compatriotas. Pareciera que la prioridad fuera exprimir a los locales para el beneplácito de los foráneos que arriban. Quizás aún me queden unas horas más de vuelo y creo que dejaré de escribir por el momento, pero me quedo con el pensamiento de que las dinámicas citadinas que se dan en las calles trascienden más allá del ámbito físico del individuo, se impregnan en él y condicionan su comportamiento. Aún tengo mucho que aprender de la ciudad, pero considero que esta fue una buena primera aproximación.
COMENTARIOS FINALES:
Este fue un escrito de cuando apenas empezaba en el mundo de la sociología, cuando apenas despertaba mi curiosidad hacia las dinámicas de interacción de los individuos y la configuración de las formas de asociación y subsistencia. Fue una crónica escrita con los insumos recolectados de un trayecto en avión Cali - Bogotá, la primera vez que he viajado solo en una de esas aeronaves comerciales. Fue interesante encontrarme con mi "Yo" de hace unos años, con la inconformidad de explorar la realidad desde una óptica distinta y defraudante. Sin embargo, hoy es algo más alentadora mi forma de ver el mundo y he aprendido a sobrellevar esta inconformidad y luchar para cambiar estas cosas desde las pequeñas acciones.
Me parece curioso la reflexión que hago con respecto a la individualidad que se desarrolla en la ciudad y que observé en su momento en la manera como cada uno iba encerrado en su respectivo automóvil, en taxi, incluso en el sistema de transporte masivo, se evade la multitud de los buses encerrándose en el estruendoso ruido de música que sale de unos audífonos. Quizás se concentraron tanto en desarrollar la individualidad, en expresar mi "Yo" y diferenciarme tanto del otro, que olvidaron los lazos de solidaridad con otros, tan necesarios en muchas ocasiones para crecer y conseguir grandes proyectos tanto a nivel personal como profesional.
Es irónico ver como la situación actual del confinamiento nos está haciendo anhelar esos procesos y espacios de socialización ocasionales donde expresábamos nuestra individualidad, en la que nos encontrábamos tan enfrascados la mayoría del tiempo desarrollándola y haciéndola tan singular, que terminaba siendo tan común como la de tantos otros.
También, me parece irónico ver cómo, en su momento, la naturaleza luchaba por aguantar los potentes embates de la "civilización" y urbanización. Buscaba cualquier grieta para crecer y respirar el pesado aire contaminado. Y hoy, es el mundo natural el que se toma un respiro de la peste máxima del planeta, como lo somos los humanos. Hoy son los animalitos quienes se acuestan en los pasos de cebra, que antes ni la cebras disfrutaban. Se han tomado la posibilidad de conocer nuestras calles que, muchos años atrás, solían ser sus senderos de migración o sus lugares tranquilos de habitar.
Ojalá que este tiempo de cuarentena nos haya servido de lección y reflexión acerca de que, como mencionaba un clip que vi hace unas semanas atrás, la naturaleza no nos necesita para subsistir, ni para mantener su equilibrio. Es más, al contrario, lo afectamos con nuestros hábitos depredadores de consumo y desecho. Ojalá salgamos de esta situación siendo un poco más conscientes y respetuosos, sabiendo que no somos dueños del lugar que habitamos, sino simples y llanos visitantes.
COMENTARIOS FINALES:
Este fue un escrito de cuando apenas empezaba en el mundo de la sociología, cuando apenas despertaba mi curiosidad hacia las dinámicas de interacción de los individuos y la configuración de las formas de asociación y subsistencia. Fue una crónica escrita con los insumos recolectados de un trayecto en avión Cali - Bogotá, la primera vez que he viajado solo en una de esas aeronaves comerciales. Fue interesante encontrarme con mi "Yo" de hace unos años, con la inconformidad de explorar la realidad desde una óptica distinta y defraudante. Sin embargo, hoy es algo más alentadora mi forma de ver el mundo y he aprendido a sobrellevar esta inconformidad y luchar para cambiar estas cosas desde las pequeñas acciones.
Me parece curioso la reflexión que hago con respecto a la individualidad que se desarrolla en la ciudad y que observé en su momento en la manera como cada uno iba encerrado en su respectivo automóvil, en taxi, incluso en el sistema de transporte masivo, se evade la multitud de los buses encerrándose en el estruendoso ruido de música que sale de unos audífonos. Quizás se concentraron tanto en desarrollar la individualidad, en expresar mi "Yo" y diferenciarme tanto del otro, que olvidaron los lazos de solidaridad con otros, tan necesarios en muchas ocasiones para crecer y conseguir grandes proyectos tanto a nivel personal como profesional.
Es irónico ver como la situación actual del confinamiento nos está haciendo anhelar esos procesos y espacios de socialización ocasionales donde expresábamos nuestra individualidad, en la que nos encontrábamos tan enfrascados la mayoría del tiempo desarrollándola y haciéndola tan singular, que terminaba siendo tan común como la de tantos otros.
También, me parece irónico ver cómo, en su momento, la naturaleza luchaba por aguantar los potentes embates de la "civilización" y urbanización. Buscaba cualquier grieta para crecer y respirar el pesado aire contaminado. Y hoy, es el mundo natural el que se toma un respiro de la peste máxima del planeta, como lo somos los humanos. Hoy son los animalitos quienes se acuestan en los pasos de cebra, que antes ni la cebras disfrutaban. Se han tomado la posibilidad de conocer nuestras calles que, muchos años atrás, solían ser sus senderos de migración o sus lugares tranquilos de habitar.
Ojalá que este tiempo de cuarentena nos haya servido de lección y reflexión acerca de que, como mencionaba un clip que vi hace unas semanas atrás, la naturaleza no nos necesita para subsistir, ni para mantener su equilibrio. Es más, al contrario, lo afectamos con nuestros hábitos depredadores de consumo y desecho. Ojalá salgamos de esta situación siendo un poco más conscientes y respetuosos, sabiendo que no somos dueños del lugar que habitamos, sino simples y llanos visitantes.
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