ENTRAR NO SÓLO ES CRUZAR LA PUERTA

Los porteros son una figura muy relevante dentro de las relaciones socio-espaciales. Así que, detalles tan sencillos como saludar, pueden modificar el tiempo que te tome y la forma de conseguir tu objetivo dentro del espacio por éste custodiado.

Imagen de SCY en Pixabay


En mi experiencia personal, he visto como la figura de portero de conjunto residencial tiene una gran relevancia. Considero que en su persona se deposita una gran influencia pues, al ser el primer contacto con ese lugar, decide quién entra, quién no y cuánto tarda ese proceso de ingreso. Es el primer filtro que debes ganarte para utilizar a tu favor y conseguir tu meta. En este sentido, detalles tan sencillos y, a veces, reactivos como saludar son un medio significativo para construir un orden -o un grupo de órdenes- que, a medida que se van sumando, van marcando las tendencias y constituyendo las normas generales de cómo comportarse en ese ámbito.



En esa configuración de comportamiento, el primer rasgo a resaltar es la rotación de los porteros. Cuando regreso a casa, finalizando la tarde, me encuentro con alguien distinto a quien saludé ese mismo día en la mañana. Esto me lleva a levantar mi cabeza unos 50 metros antes de llegar a portería, ver quién está allí, disponerme física y mentalmente y decidir entre un “buenos días” o un “¿qué más? ¿Cómo te ha ido?”. Incluso decidir si es un “buenos días” con un tono emotivo, o con un tono más bajo para simplemente cumplir con el requisito de cortesía que me exigen mis costumbres. Esa pequeña interacción decide si mi primer paso al mundo exterior estará caracterizado por la satisfacción de un saludo mutuamente amable o la molestia que me produce aquel desdén a tan temprana hora del día.



También he apreciado cómo distintas personas tienen cierta afiliación hacia algún u otro portero. A tal punto que llegan a detener su afanado paso para dirigir un saludo personal y característico al portero de turno. Incluso, he podido llegar y encontrar personas interactuando más allá de lo formal con el portero, debatiendo, comentando jocosamente alguna situación o demás. Escenarios propiciados por un saludo que tenía implícito abrir un poco más el plano de la relación y de las interacciones.



“¿Por qué digo esto?” se preguntarán. Pues mi caso particular es muy diciente. Aunque antes mencioné que podía variar mi manera de saludar, en ningún momento ha salido de la formalidad, del respeto y de los roles específicos, sin decir que considero a los porteros como una figura inferior. Por el contrario, pienso que están al mismo nivel que cualquiera, incluso me asombra la capacidad para soportar extensas jornadas de trabajo. Cada uno de ellos me han propuesto varios tipos de interacción cuando del saludo se trata, desde llamarme “Cami” hasta no contestar. Desde levantar las cejas, hasta preguntarme emotivamente “¿Cómo ha estado mi día?”. 

Después de año y medio de convivir con ellos, puedo adaptar mi saludo según la persona que esté de turno, pero con ninguno he establecido un código que permita el paso a una interacción más personal. Siempre les respeto, y aunque alguno pueda llegar a no responderme, continuamente saludo, puesto que mi interés está en demostrar justamente ese respeto a partir de la cordialidad.



Así, cada día se construyen acuerdos. Es decir, cada persona implicada establece un código que le dicta los límites sobre lo que puede o no decirle a la otra persona y, el día que alguna de las personas decida romper el código, verá si es posible ampliar ese margen de acción según si la actitud de la otra persona es de aceptación o de rechazo. Así, entre más amplio este campo, mayores serán los alcances y beneficios que obtenga una persona particular. Esto nos cuestiona si realmente ¿consideramos o reflexionamos acerca de las pequeñas y automáticas acciones? Me arriesgaría a decir que no. Debido, muy probablemente, a que ignorar la complejidad de éstas nos ahorra mucho tiempo y energía. Pero, también, porque no vislumbramos su influencia en la constitución de formas más grandes y amplias de relacionamiento. En el caso de la unidad residencial, las concesiones que obtienen ciertos residentes dependiendo de la disposición y las formas de saludar al portero empiezan a configurar un orden particular de interacción donde algunos pueden realizar algunas cosas o acceder a ciertos lugares que otros no pueden. Por tanto, la próxima vez que entres a tu conjunto residencial reflexiona acerca de la posibilidad que tienes de abrir varias puertas a través de quién abre la tuya.


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